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miércoles, 13 de febrero de 2013

DOÑA FLOR Y SUS DOS MARIDOS

  La novela “Doña Flor y sus Dos Maridos” es resultado de una historia real ocurrida en la década de 30 en Bahía con una señora que, cuando joven, se casara con un bohemio, jugador y mujeriego, muerto poco después del casamiento.
La joven viuda se casa nuevamente con un honesto comerciante portugués, pero algún tiempo después comienza a soñar con el marido muerto, que aparece exigiéndole amor.
Pero Doña Flor es una mujer de mucha moral y vive el terrible drama sin saber cómo resolverlo. La viuda eterniza su drama al contarlo a un amigo de Jorge Amado que en la ficción se encarga de resolver el impasse.
En la novela el personaje de Doña Flor se entrega a los encantos del marido muerto que, después de saciado, se marcha, y luego se entrega al marido real, encontrando que, si uno es bueno, dos es óptimo.
Según Jorge Amado, un libro surge a veces de un acontecimiento, de una frase, de una persona. Así como ocurrió con “Doña Flor y sus Dos Maridos” en l966.
El escritor creía que, debido a su moral, Doña Flor no cedería a los encantos do marido muerto. Y fue ese el final que escribió antes de dormir y soñar con el otro final en que ella, finalmente, cede a la tentación.
Jorge Amado considera que la enseñanza de la novela es el amor, como factor trascendente a los límites de la muerte.
Vadiño, su primer marido, muere cuando sambaba en las calles de Bahía. Tuvo un velorio agitado, realizado en un domingo de carnaval. Parte de los presentes juzgaban a Vadiño como un vagabundo, jugador, gigoló; otra parte lo hallaba un sujeto formidable. Ele era tachado como ángel y demonio, heroe y villano por los presentes que recordaban a Vadiño.
Después del entierro, Doña Flor, en el sufrimiento de su viudez, recuerda su vida con el primer marido. Años de sufrimiento, profundo placer, humillaciones, alegría, espera insomne por un marido enviciado en juego y mujeres. Tanto que en su noche de bodas, él se va, cambiando a la esposa por la ruleta y la compañía de su pandilla, el negro Arigof, el compadre Mirandón, el borracho Cazuza Funil, el violinista Carliños, el poeta Godofredo y el cachorro 17.
Para conseguir dinero para el juego, él era capaz hasta de pegarle a su propia esposa. Era un hombre totalmente mundano, sin horarios, sin reglas, indisciplinado, que desaparecía de casa por varios días y que, cuando estaba presente, acosaba a las alumnas de cocina de Doña Flor, en la Escuela de Culinaria Saber y Arte, en su residencia. Nótese que en esta escuela había platos deliciosos como guiso de tortuga, recetas para acompañar un velorio, ensopado, cerdo asado entero.
Volviendo a Vadiño, paralelamente a sus sinvergüenzuras era un hombre excelente, atento con la esposa, bueno en la cama, del tipo descarado, un verdadero canalla. Era capaz de grandes gestos, como organizar serenatas a la esposa. A su modo, amaba profundamente a Doña Flor.
La viudez de la esposa amada es marcada por el recuerdo de este hombre que la hizo fogosa, ardiente, una mujer de verdad. El primero año de ausencia de Vadiño fue de mucho sufrimiento, pues ella ardía a fuego lento. Cansada de la soledad, decidió casarse nuevamente.
El segundo marido era lo inverso del primero. Su nombre era Teodoro Madureira, farmacéutico, respetado, amante de la música clásica, considerado el hombre perfecto por Norma, Dinora y Jacy, vecinas de Flor. Era un marido celoso, casero, cuyo lema era: "Un lugar para cada cosa y cada cosa en su lugar", lema escrito en la pared de su farmacia. Hasta en materia de sexo el susodicho era metódico, solamente miércoles y sábados (con derecho a bis), sin mucho fuego.
Al lado del nuevo marido, la vida social de Flor se intensificó. Ella participaba de conferencias de farmacia, ensayos del conjunto Los Hijos de Orfeo, en el cual Teodoro tocaba fagot, en fin, había para ella nuevos ambientes y nuevos conocimientos.
Así pasa un año de este casamiento con un marido gentil, cariñoso, fiel y, según la concepción sexual de la esposa, “frío” en la cama. Un año de completa paz, sin gracia y frialdad, después de una aburrida fiesta de conmemoración del primer aniversario de casamiento, al entrar en su cuarto Flor encuentra a Vadiño desnudo en su cama.
El fantasma del primer marido no la asustó, pues sentía su falta y era bueno conversar nuevamente con él. Pero Vadiño volvió para algo más. Y dice haber sido evocado por la ex-esposa para eso. Flor se negó a cometer adulterio, incluso con el fantasma de su primer marido, que sólo ella y nadie más podía ver.
Vadiño entonces procede a seducirla. Y también vuelve a los casinos, donde utiliza sus “poderes” de muerto, haciendo que sus amigos Mirandón y Arigof ganasen fortunas y quebrasen las bancas de los casinos bahianos jugando el número preferido de Vadiño, el diecisiete. Para Flor, se hace cada más difícil resistir las tentaciones del antiguo esposo, hasta que al fin cede al asedio y se entrega nuevamente. Ella descobrió que era imposible vivir sin uno de los dos. Ella necesitaba de Vadiño y de Teodoro, los dos se complementan en ella, sexo e seguridad.

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DORA LA CELADORA



A Dora sólo le bastó una mirada para comprender que había encontrado al hombre que la haría infeliz el resto de su vida…
Dora custodiaba las oficinas de su patrón cuando un hombre tan altanero como atractivo intentó ingresar al edificio sin registrarse en la recepción. Al pedirle su identificación, él la ignoró y siguió de largo hacia los ascensores. Fue entonces cuando Dora lo inmovilizó y encañonó, sin saber que se trataba de Juan, el hijo de doña Antonia Urdaneta, dueña de la empresa, y hermano de Alejandro, quien regresaba del extranjero para ocupar la vicepresidencia. Dora quiso morirse cuando lo supo.
Alejandro, ante la desesperación de no poder controlar a sus hijas todo el tiempo, decide contratar alguien que se haga cargo de la seguridad de su hogar. Dora es informada por su jefe de la oportunidad que se le puede presentar al trabajar como guardaespaldas en la casa de Alejandro Urdaneta.
Después de un tiempo, ella consigue la confianza del hermano mayor de Juan y se hace cargo de la seguridad de las hijas, además de ser invitada al matrimonio de Camila, cuestión que a muchos de los Urdaneta no convence de a mucho, pero Juan cada vez que la ve más se interesa por la mujer, mientras que soporta los celos de Ana María y le confiesa a Ricardo que Dora es todo un reto para él.
Un problema de grandes dimensiones afecta a doña Antonia quien es comunicada por Arturo de la quiebra de la revista, ya que se declaran en bancarrota o se ponen en manos de quien compre la revista y asuma la deuda. Juan sabe que si doña Antonia acepta la propuesta de Ana para salvarlos de la quiebra se vería más comprometido con ella.
Cuando Dora comenzó su patrullaje por las noches en las oficinas de la empresa, descubrió en una de ellas a don Juan, trabajando horas extra. Él la invitó a tomarse un café y a hacerle compañía unos minutos. Aburrido de sus mujeres perfectas, desde el día en que la conoció Juan quiso tener una “aventura popular”, y esa fantasía era “Dora, la celadora”.



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